Grandeza o vastedad. En algún lugar XX y XY habitan un espacio vacío, la oscura noche no les permite ver con claridad a través de la ventana; perciben una presencia, no están seguros de quien se trata. “Ahí está…”, “no sabemos si estaba ahí antes de darnos cuenta…” Las dudas se apoderan de la pareja, el sinsentido toma relevancia en la discusión. Tratan de iluminarse con la luz de un fósforo, la luz de la vela proyecta sombras e inseguridad. “El silencio podría servir para meditar o reflexionar…”
Con la luz del nuevo día aparece YY, un ambiguo personaje, su presencia los incomoda; su apariencia andrógina es la de un aciano indigente y parlanchín, quizá gay. ¿Qué ves? ¿Qué buscas? ¿No vas a descansar…? Su presencia es creación de su mente; podrá ser la encarnación de su padre, hija o mamá; el diablo. Lo insaciable… quizá un grito en la oscuridad.
La dramaturgia y dirección son de Víctor Weinstock. El relato lo sitúa en 1973 en ámbito sombrío y oscuro. Los personajes parecieran ser sobrevivientes del apocalipsis, llenos de dudas y miedo; el anciano sería como un reflejo de lo que fueron sus oscuras existencias. La dramaturgia hace guiños al teatro del absurdo, farsa y existencialismo. Quizá Weinstock se sentó a escribir la obra una noche de insomnio.
La dirección se abraza con la producción- escenografía, vestuario e iluminación, excelentes-, su labor conjunta adecuadamente los elementos que conforman el montaje. Dirige bien las escenas, no así al elenco; no logra que los tres actores estén en el mismo nivel. No habitan debidamente sus personajes, no hay matices. Sin duda hay talento, faltó que se expresará sobre el escenario. Lo que su dramaturgia crea el montaje no lo refleja.
Las actuaciones son de Patricia Blanco, Gastón Yanes y Mario Saragoza. Gastón y Patricia acoplan su talento, se cuidan, caminan juntos durante el relato, contrastan con Mario que por momentos hace lo suyo sin importarle sus compañeros. Los actores sobre el escenario deben estar en el mismo carril, transitar acompañados. Cuando alguien se va por su lado, se nota.
Finitud es teatro que nos habla desde la oscuridad, una flama la disipa un poco, también las dudas, tal vez; los protagonistas miran por una ventana lo que desean y esperan ver, lo que aparece es la encarnación de sus fobias y oscuros deseos. Una carretera fue el escenario de un accidente, un camino que la noche pobló de imágenes que sus mentes crearon. La muerte quizá los pueda redimir.
Música y diseño sonoro, Deborah Silber; escenografía e iluminación, Jesús Giles; vestuario y maquillaje Brisa Alonso. Producción Gerardo Capetillo. Funciones en el Teatro Varsovia los sábados a las 19 hrs y domingos a las 18 hrs, hasta el 19 de noviembre, boletos en $300, en taquilla del teatro o sistema Ticketmaster.