Por el bullicio de la fiesta de cumpleaños número 50 de Eva, parecería que todos los invitados la están pasando bien, especialmente su esposo Román (Hernán Mendoza); pero de ella, ni sus luces.
Cerca del bullicio del festejo, en la cocina, Darío (Adrián Ladrón), tose por el asco que le provoca el olor a carne de esta hacienda que probablemente tiene un matadero. Él no parece sentirse bien en ese ambiente, en esa casa.
Momentos después entra Hernán, quien le presume que su esposa -una actriz retirada-, es como los vinos, que mejora con los años, y que no ha aparecido en la fiesta porque se sigue arreglando.
Aunque Román y Darío son padre e hijo, el trato de estos hombres es distante, casi formal; eso habla de la compleja relación que tienen, y probablemente, de los secretos que se guardan.
Luego se revela que Darío ha decidido ser sacerdote.
“Vi entrar a tu cuarto más mujeres que libros”, le recuerda su papá, quien no se explica por qué tomó esa decisión, ni tampoco la entiende.
Él, claramente incómodo con el olor, y con todos esos cuestionamientos, quiere irse, pero su padre le pide que permanezca un poco más. Quizá una analogía sobre la incomodidad que se guarda y que anticipa lo que está por venir…
Momentos más tarde entra Abigail (Jesusa Ochoa), la sobrina de Eva que parece tener una fascinación por Darío. Una vez a solas, ella le pide que le ayude a confesarse, inicialmente él se niega porque aun no ha sido ordenado sacerdote, pero ella le insiste tanto que él termina accediendo.
Tras esta confesión en la que ella le revela que suele entrar a su cuarto y acostarse en su cama, Abigail le cuenta una historia que inicialmente parece un cuento de hadas pero que termina siendo un recuerdo de algo que ella presenció de niña y que la dejó marcada. Este momento es enfatizado por proyecciones de imágenes que, como flashazos, le muestran al público una verdad que podría cambiarlo todo; los recuerdos pueden tornarse en pesadillas. La iluminación y mapping son de Daniel Primo.
A la par, cuando finalmente Eva (Nailea Norvind) sale de su habitación, enfundada en un elegante vestido blanco con pedrería roja que emula la sangre (vestuario de Jerildy Bosch), le confiesa a su esposo que no lo ama y que está decidida a dejarlo, pero él no está de acuerdo y hará todo por retenerla.
Hacia el final, Abigail regresa a la cocina, manchada en lodo y completamente alterada, las cosas sin duda se complican más, ¿Qué pasó realmente? La verdad es difusa y la mentira será llevada hasta las últimas consecuencias.
La obra de Reynolds Robledo va teniendo otros giros de tuerca conforme más secretos se van revelando pues hay pecados que no han sido confesados; hasta llegar a un final en donde ninguno de los personajes termina como empezaron. La moral puede ser un detonante para cambiar el destino.
En ese sentido, y como lo subrayó el director: Enrique Singer, la obra podría verse como una tragedia griega en tiempos contemporáneos, personajes que se vuelven responsables de sus acciones, y al final, de su destino trágico. El olor a carne no puede ocultarse, y los secretos, tampoco…
La obra se estrenó en el Teatro Helénico teniendo como madrina a la actriz Dolores Heredia y como padrino al productor Óscar Carnicero.
Carne. Teatro Helénico (Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn). Lunes y Martes, 20:00 horas. A partir de 17 años.