Es una obra de la dramaturga Itzel Lara, reconocida por su inclinación hacia temas provocativos, la exploración del significado de los cuerpos, las narraturgias poéticas y las complejas dinámicas familiares. La autora retrata a una madre distante y enferma, quien desvela en todo momento su falta de capacidad para amar, su gran habilidad para manipular y con una apreciación final de un enorme arrepentimiento y…y con un pensamiento irruptivo constante: “lo que dice mamá es destino”.
Una madre con tres hijos: Natalia y Bruno, con la inesperada visita de Lucas, el hermano desconocido. La joven es la encargada de proveer el sustento, con un perfil de protectora, provocado, por el sentir de responsabilidad introyectado por la madre al decirle que ella era la mayor y que le correspondía cuidarla. Por otro lado, el hijo menor posee un don especial: sus lágrimas tienen un poder. Es extremadamente tierno, inocente, compasivo, y brinda un acompañamiento lleno de ternura a su madre.
Lucas, cuya existencia solo la madre conocía, lo internó en un colegio para aprender el arte de embalsamar, que finalmente lo aprendió por correspondencia, con el objetivo de que, llegado el momento, él la enterrara en su jardín. Este hijo abandonado solo se comunicaba con su madre a través de cartas, en las cuales hace referencia a la existencia de sus hermanos. Desorientado e incapaz de relacionarse, al salir del internado no sabe cómo interactuar ni cómo encontrar su lugar en la sociedad. Su pensamiento incisivo refleja un profundo sentimiento de no pertenencia.
La madre toma las decisiones sobre la vida de sus hijos y, al final de la obra, aparece sentada en una silla, momificada, con las cuencas de los ojos vacíos. Sin embargo, una carta dictamina qué debe hacerse con ella. Metafóricamente, al contemplar la desolación y la falta de vida en el jardín que tanto amaba, un manantial brota de sus cuencas vacías, otorgando nuevamente vida a ese jardín.
Este acto puede interpretarse como un arrepentimiento por todo lo perdido y una búsqueda de redención. Una carta que contiene instrucciones para llevar a cabo un último ritual para salvar ese jardín que simboliza el renacer o de una madre completamente egoísta que sólo le importaba su jardín para que cuando le llegara el momento estuviera fértil su último aposento.
Esta fascinante trama se desarrolla bajo la dirección del dramaturgo, guionista e investigador teatral mexicano, Luis Alcocer Guerrero, quien lidera el «Proyecto Granguiñol Psicotrónico». En este proyecto, Alcocer explora y crea posibilidades relacionadas con lo siniestro en la escena contemporánea. De este modo, los espectadores son testigos de animaciones, juegos de sombras, imágenes multimedia, marionetas. Máscaras psicotrónicas, todo ello proyectado en una escenografía onírica estrambótica donde las marionetas humanizadas son manejadas con gran habilidad para ayudar el entramado de ésta historia siniestra y alucinada.
INSTRUCCIONES PARA SEMBRAR UN JARDÍN.
Dramaturgia y producción: Itzel Lara. Dirección, iluminación y adaptación: Luis Alcocer Guerrero. Asistente de dirección: Víctor H. Rivera. Elenco: Karen Castellanos, Ernesto García, Héctor Iván Gónzalez, Alejandra Vega, Paula Watson (voz en off). Escenografía, vestuario y títeres: Alejandra Vega. Diseño Sonoro y música original: Rodrigo Castillo Filomarino. Diseño de Movimientos Corporales: Graciela López Herrara. Planta Técnica “El Milagro”. Celso Martínez Flores, Rodolfo Mora González. Cristofer Pérez Illescas.
Se presenta este Martes 30 y Miércoles 31 a las 20 h. Teatro El Milagro. (2023).
